lunes, 9 de abril de 2012

El laberinto de la calma.-

Entré en aquel laberinto de dulzura y pasión, 

ese laberinto del cúal nadie quiere salir por el simple hecho 

de parecer un paraíso de amor. 

La rutina de la brisa conforma a la calma 

cautivando el corazón de la dama. 

Ese amor imposible se volvió su dia a dia 

en su pensamiento, 

deseando cortar tierras para dar un paso 

y besar aquel rostro inquieto. 

Y otros cuatro meses pasarón 

desde el principio de aquella novela romántica 

que a la calma volvierón pero juntos seguían 

en ese laberinto de amor, pasión y calma.

La marioneta francesa de las montañas del norte.

Dicha belleza semejante a la de una diosa gentil, 
rasgos de los labios de color carmesí, 
uñas en forma de garra para clavarlas en una escultura de odio, 
ojos desesperados por encontrar la mirada de los ojos cautivadores. 
Pequeña marioneta francesa, Acercate un poco más. 
Nunca te pares. Da otro paso y ahora...¡Gírate! 
¿Me ves? Ojos cautivadores. 
¿Labios rozados por terremotos y abismo? Besos de sonrisas, 
calor elegido por la dama. 
¿Cerrojos del presente? Toma, la llave. 
Ahora pasa y enloqueceme, porque nada cambiará a esta marioneta 
francesa de las montañas del norte, ni siquiera una tormenta.