martes, 28 de junio de 2011

Pasos extraviados en una nube.


Cultivo rosales de la estupidez,
en un desierto de paz.
Machaco con mis propias manos
las cabezas del desconocimiento.
Salto de nube en nube,
hasta llegar a la luna llena,
para pedir deseos indescriptibles.
Busco un diamante entre montañas,
repletas de árboles verdes.
Me pierdo entre bosques,
sigo un camino de cultura celta
para llegar a las aguas de la tranquilidad.
El cielo azul y estrellado,
me revela un laberinto de pétalos,
ellos me llevan a un sentimiento,
un círculo vicioso, una adicción hacia
el incomprensivo amor pero a la vez
tan dulce u inocente.
El suave aire acaricia a cada hoja del
árbol imperecedero,
su savia es el manjar de los intelectuales.
El fruto de este, es tan dulce cómo la bondad
y tan ácida como la mentira.
Su olor atrayente cómo el canto de las sirenas,
pero a su vez es tan destructivo cómo la violencia.
Es el árbol de la vida, de las sensaciones, de los sentimientos;
Cada fruto, cada gota de savia,
es un trocito de la vida, una experiencia de la cual hay que aprender.

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